martes, 10 de junio de 2014
Todos mis maestros están muertos, arruinados
toda esperanza enterrada.
Mi días se han perdido en arraba
les
mis horas naufragaron por ahí, en
un
rincón
de
l
a
memoria.
La enfermedad ha consumido mis sueños
junto con los tuyos, y los nuestros.
Enséñame, oh vieja escuela del resentimiento
aquellas fotos perdidas
en viajes de tarde, y sol, y ternura
Tráeme de nuevo mi infancia, mi inocencia
dame
sin piedad
una cura para olvidar.
has que los fantasmas se vayan
a al
gún lugar de lo irracional
y pon, con tus grisáceas manos
un camino hirviente
para mi tris
te
za.
Tiñendo de libertad tu cuello
mis manos incendiarias
se
abrirán
como un cisne taciturno,
a la levedad del ser.
Brotaré del pasado, y las promesas
serán cenizas
en tus ojos, en tu pecho
en mi espalda.
Llamaré,
desde lo lejos, a aquellos perdiencontrados
que tanto esperas
y
con
ellos
en
ten
de
rás
del fuego, del alma y del mar.
Fabricaré,
con tus años
una bufanda de perdón, y reiré
por las tardes perdidas
por las risas perdidas
por mi infancia
des
per
di
ciada
en una espera brumosa,
y tal vez infinita.
Añorando decisiones,
en la claridad de un formato
conciso
flexible
duro y gris,
me encuentro encontrada
por manos invisibles
que conquistan las sombras
y cierran
en los dos
es
tas
palabras.
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